Extravagante y peligroso delicatessen !!! Una “broma” de la evolución o la eterna búsqueda del peligro



Thamnophis sirtalis es un ofidio inofensivo conocido como “serpiente jarretera” que pertenece a la familia Colubridae y los adultos alcanzan hasta un metro de longitud durante cinco a diez años de vida.
Está dentro del grupo de las serpientes “aglifas” que comprende a aquellas con una dentadura maxilar superior formada por pequeños dientes ganchudos y curvados hacia atrás, sin surco o conducto capaz de inocular ponzoña. Incluso cuando la saliva es ligeramente ponzoñosa (en algunas especies), estos animales no presentan peligro alguno para el hombre. Estos dientes son sólidos, lisos, cortantes y cortos; sus mordeduras son simples arañazos superficiales que no alcanzan a herir la piel, salvo que la serpiente sea de gran tamaño, como una Boa.

Su cuerpo es estilizado y con escamas quilladas. Presentan de una a tres bandas claras a lo largo del cuerpo y éstas varían en número y color (desde el verdoso al canela o al gris). Su cabeza se diferencia poco del resto del cuerpo. Sólo poseen una placa anal lo que las diferencia principalmente de las serpientes de agua.


Son animales ovovivíparos y su dimorfismo sexual es difícil de determinar y parece que sólo está claro, a simple vista, en la subespecie “infernalis” donde las hembras después del vientre presentan la cola algo más comprimida.

Su hábitat es diverso (laderas, praderas, bosques, campos abiertos, zonas urbanas…) pero con un denominador común que es la cercanía a una fuente de agua. Y son endémicas de Canadá, Estados Unidos, México y Bahamas.
Son animales de hábitos diurnos y unas excelentes trepadoras. En los meses fríos hibernan en grupos dentro de madrigueras de mamíferos, cimientos de casas,…

Lo curioso de este animal es su preferencia culinaria que resulta ser tan absurda como peligrosa: los tritones de la familia Taricha quienes producen un veneno neurotóxico llamado tetrodotoxina. Sin embargo en su “menú aparecen alimentos disímiles tales como el pescado, babosas, ratones y aves; todos ellos fáciles de encontrar en sus cercanías.

La tetrodotoxina causa parálisis y fallo respiratorio pues se une a los canales de sodio en las membranas de los nervios y músculos, bloqueando la propagación de las señales eléctricas intercelulares.

La serpiente, para no pagar con su vida la ingesta de este plato predilecto, ha desarrollado “cierta” resistencia contra el tóxico pues no muere pero modifica su comportamiento: se vuelve más pausada, como si se moviera a cámara lenta. La consecuencia es que le hace vulnerable a convertirse en víctima potencial de depredadores alados como los halcones que en condiciones normales no tienen ninguna oportunidad con la ágil jarretera.

¿Por qué no muere?: parece ser que ha desarrollado una estructura alternativa en esos canales de sodio que evitan la unión con el ligando, la tetrodotoxina.

Algunos evolucionistas piensan que este ofidio ocupa un nicho alimentario en el que no hay competencia pues si no, ningún otro depredador se acercaría a los peligrosos tritones Taricha de modo que las jarreta pueden estar seguras de tener en exclusiva esa reserva de alimentos aunque resulte absurdo por lo abundante de su menú. Otros, han comprobado que en regiones donde la neurotoxicidad de los tritones es alta, las serpientes han desarrollado más resistencia de la común para este veneno a modo de carrera armamentística entre dos rivales que aparentemente podrían apartarse de la lucha y “fumar la pipa de la paz”.

Los científicos denominan a esto “coevolución” que está orquestada por una selección recíproca debida a interacciones ecológicas entre especies mediadas por rasgos específicos (toxicidad y resistencia como en este caso, o virulencia e inmunidad como entre los parásitos y los hospedadores).

El potencial para esta selección recíproca podría ser fuerte cuando la representación de la interfaz fenotípica es también fuerte incluso porque los individuos pueden variar el patrón metabólico sobre el otro. Pero si las características están desemparejadas, como el caso de una serpiente resistente al potente veneno de un tritón, los individuos no sufren esos costes en la variación del metabolismo y esto se refleja como una respuesta no evolutiva.

Hay evidencias de que las características desemparejadas entre depredador y presa reflejan variaciones geográficas en la selección coevolutiva. De ahí que en áreas donde los tritones no son venenosos o no existen, las serpientes no sean resistentes al veneno.

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